lunes, 28 de mayo de 2012

NACIONALISTAS SIN VERGUENZA

En España somos imbéciles. Somos de los pocos países del mundo que de permisivos somos tontos. No conozco otro país que no defienda con fortaleza su unidad, que no defienda la igualdad de sus ciudadanos hayan nacido en Ferrol o en Girona, en Madrid o Pamplona. El concepto libertad de expresión está muy bien y por supuesto es algo que hay que defender, la libertad de cada uno de expresar lo que quiera y de sentirse lo que le plazca. Nadie puede obligar a ningún ciudadano a comulgar con una ideología en concreto. Pero dicho esto, basta ya de complejos. Sentirse de un país, es sentirse parte de un grupo de personas que comparten muchas cosas, sentirse parte de un proyecto común que tiene como objetivo conseguir el bienestar de los que en él vivimos. Por eso me siento español, y creo en España porque creo que como nación, unidos, podemos afrontar el futuro de mejor manera. Luego están los símbolos. Sirven para lo que sirven, nada más. Representan tangiblemente ese sentimiento de pertenencia. Pero solo son eso. Por ejemplo, estamos hartos de ver a individuos que se llenan la boca con la palabra España, que se enrollan en la bandera, pero que luego en realidad no son consecuentes con ese sentimiento. Se me viene mucha gente a la cabeza. Pero para poner un ejemplo, tenemos a algunos sujetos del canal Intereconomía. Gente irrespetuosa, que se dicen españoles, pero que hacen flaco favor al proyecto común que España representa. También me vienen a la cabeza todos esos empresarios que se han beneficiado y se benefician de la marca España, pero que luego no invierten en la prosperidad del país, sino que invierten fuera lo que han ganado aquí, que evaden impuestos aunque esto signifique que, en los tiempos que corren, se tenga que recortar en sanidad y en educación, que no arriman el hombro cuando el país está en apuros. Así son algunos. Estoy acordándome de la pitada que recibió el himno español durante la final de Copa del Rey. Algunos hablan de libertad de expresión. Una cosa es la libertad de expresión y otra es la falta de respeto. A mi no se me ocurriría nunca pitar el himno de Euskadi, ni el de Cataluña. Imaginaos que pasaría si se produjera tal hecho. Saldrían los que ahora hablan de libertad de expresión hablando de falta de respeto a sus comunidades. Falta de respeto, eso es lo que fue la pitada. Puedes no sentirte español, pero respeta a los que si nos sentimos parte de este proyecto común. Y como en este país somos imbéciles, lo toleramos todo. Pero esto ha sido culpa nuestra. Tenemos complejo de decir lo que somos, lo que nos sentimos. No hablo de la idea rancia de sentirse español, a lo Franco, o a lo Intereconomía, sino de la idea de sentirse de la España plural y democrática que en los últimos treinta años ha sabido progresar en medio de las grandes dificultades que la vergonzosa dictadura nos dejó. Hemos permitido que en determinadas Comunidades autónomas se manipulara a la gente a través de los medios de comunicación autonómicos y a través de un sistema educativo transferido, que el Estado debería recuperar. Hemos permitido que se falsee la historia, que se maltrate el medio por el cual todos los ciudadanos de este país nos podemos entender que es el idioma castellano. Hemos permitido que se infrinja la ley, que se acose a ciudadanos que en determinadas partes del país no pueden decir que quieren formar parte de este proyecto que se llama España. Los políticos son los responsables del vigor que han adquirido los partidos nacionalistas es determinados lugares. No han sabido explicar el proyecto común que representa España. No han tenido el suficiente valor para dejarse de complejos, y en aquellos territorios conseguir que los ciudadanos tengan ganas de unirse a ese sentimiento. Pero hay que recuperar aquello que vertebra un país. No puede ser que tengamos 17 sistemas educativos, y 17 sistemas de salud. No puede ser que ciertos territorios tengan privilegios fiscales, lo que hace que sus ciudadanos tengan ventaja sobre el resto. Lo que da sentido a un país es la igualdad de sus ciudadanos. Tenemos que replantearnos el Estado autonómico. No hablo de eliminarlo sino de ajustarlo, con un Gobierno central fuerte que garantice la igualdad de los ciudadanos. No podemos seguir permitiendo que los políticos nacionalistas traten de enfrentar a los ciudadanos. Ellos serán los responsables de que algún día suceda una desgracia, por el odio que transmiten de lo que representa España, a través de mentir a los ciudadanos sobre un inexistente sometimiento, y con la falsa promesa de alcanzar el paraíso tras conseguir la independencia.

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